Los 15 mejores libros de Marta Sanz

Los 15 mejores libros de Marta Sanz

Marta Sanz nació en Madrid en 1967. Es una de las más destacadas escritoras de su generación. Doctora en Literatura Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid, dedicó su tesis a La poesía española durante la Transición (1975-1986).

Ha publicado varias novelas, entre ellas El frío (Debate, 1995), Lenguas muertas (Debate, 1997), Los mejores tiempos (Debate, 2001. Premio Ojo Crítico de Narrativa), Animales domésticos (Destino, 2003), Susana y los viejos (Destino, 2006), La lección de anatomía (RBA, 2008) o Daniela Astor y la caja negra (Anagrama, 2013).

Es autora también de los libros de poesía Perra mentirosa / Hardcore (Bartleby, 2010) y Vintage (Bartleby, 2013). Colabora habitualmente en El Viajero de El País y El Cultural de El Mundo.


1. Un buen detective no se casa jamás

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Zarco, aquel detective tan poco convencional de Black, black, black, cuarentón y gay, ex marido de Paula y luego novio de Olmo -tan joven, tan seductor, y ahora tan infiel- se va de viaje. Para olvidar y para que le olviden. También para huir de la compasión irónica de su ex mujer. Se refugiará en el riurau que la riquísima familia de Marina Frankel, una antigua amiga, tiene en las afueras de una ciudad de la costa mediterránea.

Marina pertenece a una estirpe de gemelas monocigóticas: Amparo y Janni, la primera generación; Marina y su hermana llse; las hijas de llse. Abandonadas por Janni cuando eran niñas, Marina e llse han sido criadas por la tremenda Amparo, única heredera del viejo Orts, que con su vitalidad y su rústico talento para los negocios ha multiplicado la fortuna familiar. Ya mayor, Amparo se casa con Marcos Cambra, un bello podólogo que se parece a Delon, y vive en el riurau rodeado de mujeres que representan las dos caras de una extraña moneda familiar: una casi fea, la otra bellísima. El camaleónico poder de las hermanas rodea de misterio a esta familia de espesa femineidad y enigmas múltiples. Zarco, inesperado detective nunca escueto en palabras, los irá desvelando uno a uno, aunque de repente note, en su interior más recóndito, que también él necesita que alguien lo encuentre…

Este libro es una moderna novela detectivesca y un cuento de hadas que transcurre en el castillo de un país de nunca jamás y acaba con un banquete de celebración. Hay una madrastra, un padre muerto o mudo, una bella a quien vemos dormir, un príncipe sapo, un zapato de cristal, una criada fiel, conjuros para convocar la suerte, un tesoro, la ilusión de un hada madrina, Pepito Grillo, habitaciones cerradas en las que siempre pasa algo que no podemos ver. Y retratos y espejos, infinitos espejos.

En esta novela se abordan las psicopatologías -políticas, sociales- propias de los cuentos de hadas: sexo, pareja, matrimonio, incesto, duplicidad, castidad, maltrato, la posibilidad de que la madrastra sea la madre y la madre la madrastra, envidia, vampirismo, travestismo, necrofilia, adicciones, servidumbre, abyección… Porque todos somos más de una persona y la literatura quizá no debería empeñarse en ser discreta, recatada y natural como esas mujeres que se pintan sin que se note. Porque esta novela es una mujer que lleva los labios pintados por fuera, el rimel corrido, y tiene un aire a la loca de Chaillot…


2. Pequeñas mujeres rojas

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Marta Sanz cierra la trilogía del detective Arturo Zarco diseccionando los relatos sobre la memoria: una novela negra que prolonga la posibilidad de la novela política.

Paula Quiñones llega a Azafrán para localizar fosas de la Guerra Civil. Nada más poner su pie cojo en el pueblo siente que el cielo se encapsula sobre ella y una goma invisible tira de su cuerpo para alejarla de su destino: el hotel de los Beato, ubicado junto a un cartel en el que se lee «Azufrón». Ese verano Paula mantendrá correspondencia con Luz, suegra del detective Zarco y, junto con él, uno de los personajes principales de Black, black, black: le contará sus amores con David Beato en un hermoso jardín. También le descubrirá sus temores respecto a la existencia de un delator y le relatará las leyendas familiares que alimentan el estómago del hotel. Mientras tanto, Analía, madre de David, cuida amorosamente de Jesús Beato, dulce patriarca que acaba de cumplir un siglo, y atiende a los mensajes que este le sopla al oído… Y, con Zarco ausente, viviendo las peripecias de Un buen detective no se casa jamás, una atmósfera gelatinosa y endogámica amenaza con aplastar a Paula. El western expresionista se enturbia hasta llegar al extremo de un terror habitado por animales que podrían hablar pero permanecen mudos; una niña que quiso ser cantante y peona caminera; y una famélica legión, sarcástica y piadosa, putrefacta y descacharrante, de fantasmagóricos niños perdidos y mujeres muertas que reclaman, contra el signo de los tiempos, «lea despacio…».

En un homenaje a Hammett y Rulfo, a Peter Pan y Alicia en el País de las Maravillas, Sanz disecciona los relatos sobre la memoria. La escritura escarba fuera y dentro, a vista de lombriz y de águila, antes y después, en un magnífico trabajo con el punto de vista que no abole la noción de Historia. Pequeñas mujeres rojas prolonga la posibilidad de la novela política: las voces de la ficción amplifican los miedos de quien toma la palabra y escribe, de modo que todas las voces son la misma y, a la vez, esa sola voz integra una polifonía de ecos, jadeos, gritos, carcajadas, psicofonías y onomatopeyas para imponer silencio: «Chissss.» Las voces se funden en un fresco sobre la violencia, económica y cultural, que se encarniza contra el cuerpo de mujeres que, rotas, no son hermosos fetiches, sino carne que duele. Sanz muestra, a través del estilo, su sistema nervioso personal: plantea una aproximación bella y extrema al lenguaje para visibilizar lo obsceno, lo cruel, lo que no se nombra, a través de marcos no estereotipados, subversivos, juguetones, libres. Puro barroco rojo contra la anorexia intelectual.

Con Pequeñas mujeres rojas se cierra la trilogía del detective Arturo Zarco, un prisma en el que unos textos se transparentan en otros. Memoria del cuerpo y cuerpo de la memoria en los tiempos de una ultraderecha, local y universal, que nunca se marchó. Ni esta novela ni sus hermanas son ortodoxamente negras, y, sin embargo, son más negras que el betún.


3. Black, black, black

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Los padres de Cristina Esquivel, una geriatra a la que han encontrado estrangulada en su piso de Madrid, contratan al detective Arturo Zarco para que encuentre al asesino. En realidad, lo que esperan es inculpar a Yalal, el albañil marroquí con el que estaba casada Cristina, y que ahora tiene la custodia de la hija de ambos. Zarco es un detective muy poco convencional; cuarentón, gay, y aún estrechamente ligado a Paula, su ex mujer, a la que cuentay con la que discute por teléfono las vicisitudes de la investigación, y hasta los pormenores de sus fascinaciones eróticas. Pero bajo la superficie de las charlas, tras el relato de ir y venir de vecinos sospechosos y de presuntos implicados, la conversación telefónica entre el detective y Paula se convierte en un pretexto para la dominación y la venganza, para el daño que se quieren infligir dos personajes que se odían, se aman, se necesitan y se repelen. Hasta que el forcejeo dialéctico entre Zarco y Paula queda, de repente, interrumpido por el diario de la enfermedad de Luz, una de las vecinas de la geriatra asesinada, y madre de Olmo, el jovencito que fascina y perturba a Zarco.

Y un relato interfiere en el otro relato, y el encanto y la seducción de lo reconocible se suspenden. Queda también en suspenso el clímax del desvelamiento, y el lector se ve obligado a participar y a pensar sobre el sentido de la interferencia, mientras Luz escribe la narración minuciosa del asesinato de casi todos sus vecinos, habla de su dieta, sus vicios y sus menstruaciones perdidas, de su psiquiatra, el doctor Bartoldi, del daltonismo de su hijo Olmo, de la responsabilidad de la ficción, de las mentiras de las verdades y de las verdades de las mentiras.

Black, black, black es una espléndida novela negra que puede leerse como tal, pero también, y sobre todo, como otra cosa, puesto que Marta Sanz nos propone una lectura insurgente sobre la violencia del sistema, sobre su imperfección, un relato donde la idea del crimen como resultado de la fricción social, de algo más terrible que las patologías, abre la posibilidad de una investigación psicológica que profundice en las relaciones de causa y efecto y no se base sólo en las pruebas de laboratorio y en las mesas de los forenses. Se trata, pues, de una ficción donde la violencia inexplicable acaba ajustándose al razonamiento lógico y lo «imperceptible» sale a la luz con toda la potencia que tiene lo siniestro, ese «siniestro familiar» del que hablaba Freud. Y ésta es la concepción, política y retórica, que sustenta esta novela policíaca inteligente, divertida y subversiva.


4. Monstruas y centauras

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Una meditación sobre el feminismo el año de la huelga feminista y el #MeToo.

Tres acontecimientos más una sentencia (el #MeToo, la carta de las intelectuales francesas, la huelga feminista del 8 de marzo y la sentencia de La Manada) han marcado la agenda en los últimos meses y han puesto en el punto de mira el concepto del feminismo hoy. Marta Sanz reflexiona acerca de lo que ello supone, cómo posicionarse ante esos hechos concretos, cómo «proteger» la lucha feminista de la simplificación y comercialización de un capitalismo que lo puede absorber todo, y piensa también sobre las cuotas y el poder, para llegar a la conclusión de que quizás lo que deba modificarse sea la noción de poder misma…

Una reflexión de una mujer que se pregunta, en sus actuaciones públicas y privadas, en cada gesto y cada palabra, cuál es el camino hacia la igualdad.


5. Clavícula

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Marta Sanz retoma el tono autobiográfico de La lección de anatomía para concentrarse en un solo punto de su cuerpo. Un libro físico y lacerante, lleno de música verbal y sentido del humor autocrítico, sobre el lado patético o reivindicativo del quejarse, que alía sociedad y literatura.

Durante un vuelo, a Marta Sanz le duele algo que antes nunca le había dolido. Un mal oscuro o un flato. A partir de ese instante crece el cómico malestar que desencadena Clavícula: «Voy a contar lo que me ha pasado y lo que no me ha pasado. La posibilidad de que no me haya pasado nada es la que más me estremece.»

Aquí, la narración del episodio autobiográfico se fractura como el mismo cuerpo que se deforma, recompone o resucita al ritmo que marcan las violencias de la realidad. La descomposición del cuerpo parece indisoluble de la descomposición de un tipo de novela orgánica donde se mienten las verdades y se usan trampillas y otros trucos de prestidigitación.

En Clavícula –o Mi clavícula y otros inmensos desajustes– no: aquí la palabra busca dar cuenta de los hechos, más o menos difuminados, para llegar a entender.

La dificultad de nombrar el dolor suscita grotescas reflexiones: ¿primero me duele y luego enloquezco?, ¿me duele porque he enloquecido?, ¿el dolor nace del dentro o del fuera?, ¿primero me explotan, luego enloquezco y después me duele?, ¿o me duele y me hago consciente de que me explotan?

Al hilo de ellas se aborda una retahíla de temáticas: el filo que separa el cuerpo de sus relatos científicos y su imaginación; la intolerancia ante el desequilibro psicológico y el desequilibrio como síntoma cada vez menos excepcional; la ansiedad como patología del capitalismo avanzado y, frente a los grandes titulares, la situación concreta de un centro público de salud; lo psicosomático; la hipocondría y las enfermas quizá no tan imaginarias; las enfermedades y el dolor específicamente femeninos; la sobreexplotación y el miedo a la pobreza que castiga, sobre todo, a las mujeres; el dinero y las cuentas familiares, la cifra exacta que agudiza una molestia ósea persistente.


6. La lección de anatomía

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Una mujer se queda desnuda para que los demás la miren. La midan. Su cuerpo es el texto en el que se ha escrito su biografía. La mano derecha es más grande que la izquierda porque es la mano con que la mujer agarra, escribe, acaricia, desencaja la tapa de los botes de legumbres. Antes, a la mujer su abuela le da unos azotazos en el culo. Va al colegio y se forja un pequeño corazón competitivo. Nada como si fuera un besugo. Ama desesperadamente a su madre y la salva de morir en un ridículo incendio. Canta desgañitándose Pájaro Chogüí y se hace amiga de muchas niñas y mujeres, y del niño más gamberro de octavo de egebé. Desprecia a las asistentas y va cada noche a los cines de verano. Para seducir se aprieta las carnes ridículamente como si su cuerpo fuera el de otra persona. Bebe, fuma, se pone mala y tiene miedo de sus alumnos. Se manifiesta. Se casa. Trabaja de ocho a ocho. Miente y dice la verdad. Como casi todo el mundo. Cumple cuarenta años. Se queda quieta. Reclama el derecho a dejar de complacer. El derecho a la lentitud.

La lección de anatomía es una novela autobiográfica, de aprendizaje, escrita con el sentido del humor y el colmillo retorcido de la novela picaresca: el pudor no tiene que ver con el contenido de lo que se cuenta –morfologías del pene, pelos del pubis, la primera menstruación–, sino con el hecho de saberlo contar. El lenguaje expulsa al relato del espacio de la obscenidad ramplona y del morbo para darle otro sentido: el de una autobiografía novelada o una novela autobiográfica (¿el orden de los factores altera el producto?) que no explota la singularidad de la voz en primera persona, sino que la acerca a su comunidad anulando la distancia entre el nosotros y el yo, dentro y fuera, ser y parecer, porque, como decía Vonnegut parafraseando a Wilde, «somos lo que aparentamos ser, así que deberíamos tener cuidado con lo que aparentamos ser». Las lecciones de anatomía terminan convirtiéndose en lecciones de geografía e historia, y quizá la percepción de los cuarenta años como lugar desde el que echar la vista atrás sea un acto elegiaco, un signo de madurez en un mundo peterpanesco o una conducta forzada por el envejecimiento prematuro al que nos somete el cambio de era y la obsolescencia electrodoméstica.

Anagrama da una segunda oportunidad a esta La lección de anatomía, que ha sido revisada, reestructurada y ampliada por Marta Sanz. De este libro a la vez viejo y nuevo, singularísimo en el panorama de la narrativa hispánica, escribe Rafael Chirbes en su prólogo: «Su estilo ágil (salpicado de fogonazos brillantes), su inusual habilidad para retratar situaciones y para penetrar en la psicología de los personajes, y su fino oído para capturar la lengua hablada con vivacidad admirable convierten la escritura de nuestra novelista más en una gozosa representación de vida que en una melancólica o sombría manipulación de seres muertos.»


7. Daniela Astor y la caja negra

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Susana Estrada enseña un pecho mientras Enrique Tierno Galván le entrega el galardón concedido por un periódico. Amparo Muñoz es coronada miss Universo y María José Cantudo protagoniza el primer desnudo integral del cine español en La trastienda de Jordi Grau. Marisol aparece desnuda en la portada de Interviú y Bárbara Rey presenta un programa de variedades sentada en un sillón de mimbre a lo Emmanuelle. La jovencísima Sandra Mozarowsky muere al caer desde el balcón de su casa. Los rumores y especulaciones llegan hasta los blogs de la actualidad. Es la época del fantaterror, la tercera vía y el destape. El desnudo femenino se intelectualiza a la vez que se va consolidando como bien de consumo.

Mientras suceden estas cosas, Catalina come miga de pan para que le crezcan las tetas, lee a hurtadillas revistas del corazón, tiene un amor secreto y se encierra en su cuarto para jugar con Angélica, su mejor amiga. Allí dejan de ser ellas para convertirse en Daniela Astor y Gloria Adriano, trasuntos de esas actrices que empiezan a crear un estereotipo que no se corresponde con el de la madre de Cati, Sonia Griñán, que trabaja como enfermera de un odontólogo y tiene muchas ganas de aprender; ni con el de la madre de Angélica, Inés Marco, profesora de sociología en la universidad. Las niñas viven en un mundo paralelo hasta que la realidad da un giro imprevisto y tanto Angélica como Catalina han de mirar de frente las cosas que pasan. Recolocar el mundo. Decidir quiénes son y qué significa ser una mujer admirable.

Daniela Astor y la caja negra es una novela que, contrapunteando la voz en primera persona y el falso documental, se plantea preguntas sobre los límites del pudor y sobre qué significa la liberación de las mujeres. Habla de cómo se relacionan la realidad y sus representaciones, y de cómo esas representaciones a menudo se escriben con un lenguaje ajeno que, en este libro, Marta Sanz hace suyo a través de una potente mezcla de violencia y de ternura, de sentido del humor y de sentido crítico. Daniela Astor y la caja negra habla de las metamorfosis, la herencia y la memoria del cuerpo. De la rivalidad y la solidaridad. Es una novela sobre la Transición que elige un punto de vista con el que aún no se había narrado: el de las preguntas que se hacen las mujeres, su inquietud y sus bellas imágenes.


8. Farándula

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Valeria Falcón es una actriz de cierta notoriedad que cada jueves visita a una vieja gloria del teatro, Ana Urrutia. La Urrutia padece el síndrome de Diógenes y no tiene dónde caerse muerta. Su ocaso se solapa con la eclosión de un capullo en flor, Natalia de Miguel, una joven aspirante que enamora al cínico Lorenzo Lucas, álter ego de Addison DeWitt. Nadie tendrá derecho a destrozar la felicidad de Natalia de Miguel, una chica muy delgada que en pantalla da gordita.

Por su parte, el ganador de la copa Volpi, Daniel Valls, confronta su éxito, su dinero y su glamour con la posibilidad de su compromiso político. A menudo llega a una conclusión: «Soy un débil mental.» Charlotte Saint-Clair, su esposa, lo cuida como una geisha y odia a Valeria, gran amiga de Daniel. Un ictus, el montaje teatral de Eva al desnudo y la firma de un manifiesto descubrirán al lector:

Una historia sobre el miedo a perder un sitio. El sitio. Sobre la resistencia a la metamorfosis y la conveniencia –o no– de la metamorfosis. Sobre qué significa hoy ser reaccionario. Sobre los cambios de lenguaje que reflejan cambios en el mundo. Y sobre los cambios de lenguaje que no reflejan nada. Sobre las pompas de jabón, el desprestigio de la cultura y la posibilidad del arte de intervenir en la realidad. Sobre la devaluación de la imagen pública del artista. Y su precariedad. Sobre la contradicción entre glamour y compromiso. Sobre el público. Sobre el relevo generacional y el envejecimiento. Sobre la escritura como acto de mezquindad. Sobre los actores ricos que firman manifiestos y los actores pobres que no firman nada porque nadie los tiene en cuenta. Sobre la paradoja de que sólo cuando alguien es anónimo empieza a servir para algo en su comunidad. Sobre la caridad como mal y las galas de beneficencia como bucle reproductor de la injusticia. Sobre la predicación con el ejemplo. Sobre si se puede luchar contra el sistema desde el sistema. Sobre Angelina Jolie. Sobre la mise en abyme del teatro y el cine dentro del cine. Sobre la diferencia que existe entre decir «Es gente» o «Somos gente». Sobre el plural, el singular y la utilidad de la escritura.

Marta Sanz no se parece a ningún otro escritor de este país. Utiliza la risa como herramienta de diagnóstico. Un texto borde, divertido, triste, puntiagudo, urgente. Es farándula.


9. Amor fou

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Un cuento de hadas salvaje sobre la seducción y su violencia, lleno de preguntas incómodas.

Este es el libro por el que Marta Sanz estuvo a punto de dejar de escribir. Una novela prácticamente inédita, una novela sin lectores, tal vez porque habla del gusano que corroe el corazón de la manzana en un mundo perfecto.

En 2004, año en que fue escrita, Amor fou apuntaba hacia lo mucho que nos cuesta decir que el emperador va desnudo; lo hace también hoy, que la presentamos en versión corregida y actualizada. Casi todas las profecías de esta novela se han ido cumpliendo: aporofobia, gentrificación, banderas nacionales que ondean en el centro de las plazas, un patriotismo perturbado, el residuo franquista que oxida la convivencia, la brutalidad que se ejerce desde el poder, la okupación, los límites de la democracia y del Estado de derecho en el neoliberalismo, la justicia sin venda en los ojos, la manipulación pública a la que se someten ciertas vidas íntimas… La ponzoña es la metáfora que nutre una escritura de profundidad espeleológica.

Amor fou plantea preguntas en torno a nuestra educación sentimental y política. El amor empasta las voces, y la literatura se aparta de la suavidad deslizante de la seducción, para subrayar su violencia. La mirada del Marqués de Sade más educativo envenena las manzanas y el alimento de los emperadores. Porque posiblemente Amor fou es un cuento de hadas salvaje, de esos que se censuran para no escandalizar a los niños, ni a los adultos que preferirían permanecer en una infancia eterna.

En esta historia triangular Raymond, desde su observatorio, vigila la felicidad conyugal de Adrián y Lala, su antigua novia, y no puede soportarla. Decide intervenir en ella con su mirada evocadora y su presencia disfrazada. Raymond lleva una barba postiza. Pero hasta las pequeñas maldades pueden tener horrendos efectos secundarios. El peligro se hace más intenso cuando Elisa y su hija Esther, cebada como esos niños canibalizados por la bruja, interfieren en la historia y traen con ellas los incendios, los anónimos, el abuso, las cicatrices y una ridícula caja de bombones envenenados.


10. Parte de mí

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El diario en Instagram de un año de pandemia: lo cotidiano y lo extraordinario contado por una de nuestras mejores narradoras.

El lector tiene en sus manos el diario de una escritora durante el primer año de la pandemia. Un diario peculiar, ya que lo escribió en sucesivas entradas de Instagram, bajo el hashtag #ParteDeMí. La primera entrada es del 17 de abril, un mes después de que se decretase el confinamiento, y la última, del 31 de diciembre. En cada entrada, una imagen: en la primera aparece la caja de los hilos de la abuela, una caja que forma «parte de mí», como el resto de las cosas que irán surgiendo. Así, se suceden la gata, los libros de la biblioteca, viejas fotografías familiares; imágenes del padre y sus pinturas; la sobrina enfermera; la dama que se esconde al otro lado de ciertas instantáneas; la escalera que se abre al mundo exterior y el sol en el balconcillo durante el encierro; un plato de macarrones; la portada de una novela de Agatha Christie en una antigua edición de Molino; las fotos de la bisabuela, de la abuela roja, del día de la boda; postales de Cyd Charisse, Vivien Leigh y Catherine Deneuve… La casa y sus rincones se transforman en aventura y objeto de investigación: el cuerpo, extraño y vulnerable, habita un espacio extrañado dentro de una realidad extraña. Los patos pasean a sus anchas por las calles de Madrid y se escucha el silencio previo al tsunami. Más adelante, imágenes de la recuperación de la «nueva normalidad»: un desplazamiento en tren para acudir a un compromiso profesional; la presentación de un libro en una de las librerías que luchan por sobrevivir a la crisis; la participación en una manifestación por la sanidad pública…

Y cada imagen va acompañada de un texto. Al principio son breves, casi fugaces, y progresivamente van ganando volumen y dando entrada a la reflexión. La escritora va apropiándose irónicamente del medio mientras el medio la vampiriza. Glotona, adicta y caníbal, presenta cultura y vida, fuera y dentro, como alimentos y hormonas que activan su metabolismo. Escritura cuerpo. El paso tímido, cauto, de las palabras se atreve con la carrera vertiginosa. El hilo del costurero de la abuela se tiende hacia el encuentro con los demás para salvar la incertidumbre.

Parte de mí constituye, además, una original campaña publicitaria: Pequeñas mujeres rojas, la última novela de Marta Sanz, salió a la venta diez días antes del confinamiento y sufrió su hechizo. Este volumen es la expresión del miedo de una escritora. Del trabajo, la imaginación y la voluntad que pone para que las amapolas de una portada no se marchiten. Es la búsqueda, cómica y desesperada, del aire y del hilo para salir del laberinto. De la felicidad irrenunciable incluso en tiempos de peste. Este es un texto hecho de retazos de vida, objetos, personas, recuerdos, sensaciones, instantes. Es el diario de la cotidianeidad que siguió fluyendo cuando en nuestras vidas se instaló lo extraordinario. Este testimonio, íntimo y común, de un año imprevisible demuestra el talento de Marta Sanz para crear una pequeña joya literaria a partir de lo aparentemente nimio.


11. Tsunami – Miradas feministas

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Las mujeres nos estamos pensando. Nos pensamos todas, de un modo interge­neracional. Nos miramos de frente y no con el rabillo del ojo. Fuera rabillos. Fuera desconfianzas. Ese pensamiento, que surge desde la conciencia de nuestras desventajas de género, podría servir incluso para suturar otras heridas: la desigualdad de clase, raza, procedencia, salud, opción sexual… Buscamos un feminismo integrador con el que se puedan sentir identificadas y solidarias todas las mujeres. Estamos viviendo un cambio de paradigma. Es un tiempo de raíces y cimentaciones. Cada vez más mujeres queremos juntar relatos con los que mirarnos y remirarnos para reconstruirnos.

En Tsunami, mujeres de generaciones diferentes, desde perspectivas y lenguajes plurales, pero siempre comprometidos, comparten su visión de qué ha pasado en los últimos tiempos y de cómo ha cambiado nuestra manera de nombrar las cosas; de fijarnos en la cotidianidad; de repasar nuestras genealogías y nuestra biografía, las de nuestras madres y las de nuestras abuelas; de reinterpretar el cuerpo, los tabúes, las palabras, el mal humor, el silencio. Incluso cierta felicidad. Este libro es el resultado de la generosidad de diez mujeres que, con sus artículos, relatos, testimonios autobiográficos, dibujos, confesiones y reflexiones se han desnudado incluso más que de costumbre.


12. No tan incendiario

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Este libro responde a las exigencias del discurso hegemónico: parte de la base de que es necesario formular preguntas, pero se siente incapaz de responder a todas. Es un texto integrado en la masa de textos y, a la vez, una trompeta del apocalipsis. Un ensayo esquizoide que pretende ser cualquier cosa, menos académico. Aquí no hay vocación de transparencia. Ni de limpieza. Ni de claridad. El exceso de higiene debilita la salud. Este texto aspira a manchar de tinta las manos que lo agarren. Como el papel de periódico.

Estos pensamientos –soflamas al margen de cualquier cautela– responden a la incertidumbre y a cierta sensación de malestar: a la imposibilidad de estar conforme. Son un oxímoron: textos que parten de la radical convicción de que la literatura ya no le importa a casi nadie y que a la vez pretenden hablar de la literatura desde un lugar que no sea su templo, su jardín vallado, su paraíso perdido.


13. Éramos mujeres jóvenes

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Entre el ensayo, la memoria personal y el reportaje, este libro propone una aproximación subjetiva a los prejuicios y los tabúes que rodean los usos amorosos del postfranquismo y la democracia, a fin de desdecir o de matizar muchos de los lugares comunes que siguen asociados a las relaciones afectivas o sexuales desde la perspectivade las mujeres.

Para describir un recorrido que se aleja por igual del mito del amor romántico y de la auto-explotación comercial impuesta por el neoliberalismo, Marta Sanz ha alternado la evocación de las propias vivencias con las de un grupo de amigas más o menos coetáneas, suscorifeas, nacidas entre finales de la década de los cincuenta y comienzos de la de los setenta, que comparten con la autora su experiencia, sus referentes culturales, sus deseos, sus descubrimientos o sus decepciones desde la adolescencia a la edad madura.

Lúcido, comprometido y bienhumorado, el conjunto traza un revelador autorretrato generacional en torno a cuestiones que rara vez trascienden las conversaciones íntimas.


14. La vida secreta de los gatos

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¿Quién conoce realmente a los gatos? Un gato tiene alma propia, es independiente, ama y odia, curiosea, se despereza, pasea altivo y etéreo por delante de los humanos, juega con la muerte, consciente de que puede burlarla.

En La vida secreta de los gatos, Ana Juan y Marta Sanz exploran sus respectivos universos artísticos para sugerir, imaginar e ilustrar los diferentes estados de ánimo y la compleja naturaleza de estos magnéticos felinos. Ilustración y literatura se entremezclan en un precioso mano a mano para celebrar el fascinante carácter gatuno.


15. Vintage

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Vintage es un poemario sobre la memoria. Sobre una memoria no reducida a objeto de consumo. O sobre la memoria como un vestido viejo. Vintage son palabras que no se reciclan, sino que contradicen el deber ser de la poesía. Por la exageración del mucho decir o del no decir casi nada. Palabras de la realidad y del poema que se dicen en voz alta y no sirven de consuelo para nadie.

Vintage, tercer libro de poemas de Marta Sanz, aborda la memoria personal y algunas voces de esa memoria colectiva que forma parte de cada uno de nosotros. Pasado, niñez, maduración. La transformación del cuerpo y la sexualidad. Las historias ajenas que son la propia historia. La memoria de las cosas que no se han vivido y, sin embargo, se recuerdan. La memoria del ADN histórico, cultural y familiar. El ejercicio de la memoria como experiencia de dolor y la pérdida de la memoria como enfermedad y punto de partida de la soledad y del miedo. La memoria de una mujer.

Una poesía escrita desde la intuición revolucionaria de que a veces hay que romper con todo.


16. Cingulo y estrella

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Cíngulo y estrella, cuarto poemario de Marta Sanz, es un cancionero de celebración. De celebración de dos cuerpos que se reescriben el uno al otro mientras el tiempo pasa. Treinta años. Estos poemas hablan de lo que el amor leal puede tener de subversivo en una época en que la pornografía deja de transgredir las normas para convertirse en moneda de cambio del capitalismo. Hablan de la falta de solemnidad de la convivencia, de la compañía, del amor como sentido de la propiedad y del ahorro. De la pereza y de la generosidad como acto reflejo. De las mutaciones del sentimiento y de que no todas las mutaciones significan desgaste.

La palabra nace de la dificultad y del atrevimiento de llevarle la contraria y corregir formas aletargantes, cursis y domesticadas, de expresar y sentir el amor.

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