Julian Barnes (Leicester, 1946) se educó en Londres y Oxford. Está considerado como una de las mayores revelaciones de la narrativa inglesa de las últimas décadas.
Entre muchos otros galardones, ha recibio el premio E.M. Forster de la American Academy of Arts and Letters, el William Shakespeare de la Fundación FvS de Hamburgo y es Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres.
1. El sentido de un final
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Tony Webster y su pandilla conocieron a Adrian en el instituto. Eran tres, como los mosqueteros, y luego cuatro, cuando se les unió Adrian. Hambrientos de sexo, de saber, de literatura, atravesaron juntos una desgarbada adolescencia con una permanente sequía de chicas, intercambiando poses, chistes y chismes, humor e ingenio. Quizá Adrian fuese un poco más serio que los demás, y desde luego el más inteligente, pero los cuatro se prometieron seguir siendo amigos para siempre.
Y así fue en los primeros tiempos de universidad y las primeras novias, hasta que la vida de Adrian dio un vuelco trágico y todos, especialmente Tony, miraron hacia otro lado, se alejaron, hicieron lo posible por olvidar. Ahora Tony vive solo en un pacífico y próspero retiro, tras una vida opaca que poco tiene que ver con la que fantaseaba en su juventud. Está divorciado desde hace años, aunque mantiene una relación amistosa con su ex mujer, y tiene una hija ya casada.
Y un día recibe una carta de un abogado: Sarah Ford, la madre de Veronica, su primera novia, le ha legado quinientas libras y un sobre con un manuscrito. Le entregan el dinero y una carta de Sarah, donde insinúa que es una compensación por el maltrato, la humillación que sufrió en su primera visita a la familia de Veronica. Pero el manuscrito nunca llega.
Y Tony averigua que son los diarios de Adrian, que ahora están en manos de Veronica y no piensa entregárselos. Y estos diarios, que el narrador está ansioso por conseguir y el lector ansioso por leer, son el oscuro, enigmático corazón de una novela espléndida, premiada con el prestigioso Man Booker, y en la que, como afirmaba Tony en sus discusiones de estudiante, «la Historia son las mentiras de los vencedores, pero también las mentiras con que se engañan a sí mismos los vencidos». Y la memoria no es más que una construcción cambiante, versiones que adaptamos a aquello en lo que nos vamos convirtiendo.
2. El loro de Flaubert
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Un despliegue de gran audacia técnica y elegante virtuosismo, al servicio de una amenísima trama en la que se alterna la ficción con hechos reales muy imaginativamente ordenados. Un libro que ha tenido un extraordinario éxito, tanto de crítica como de ventas, y ha recibido numerosos galardones.
Esta novela no trata sólo del loro que aparecía en Un corazón simple, sino también de ferrocarriles y de osos; de Francia y de Inglaterra; de la vida y del arte; del sexo y de la muerte; de George Sand y de Louise Colet; de los (odiados) estudiosos de la obra de Flaubert y de las virtudes del lector «aficionado». Y todo ello de la pluma de un enigmático narrador, el doctor Braithwaite, apasionado de Flaubert, cuya vida y secretos nos son progresivamente desvelados.
3. Amor, etcétera
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Diez años atrás, Barnes revolucionó la forma de narrar un triángulo amoroso con la publicación de la novela coral Hablando del asunto. Allí, sin otro recurso que el de la recitación de fidelidades e infidelidades, dos hombres y una mujer intentaban explicarnos y explicarse a ellos mismos ciertas emociones peligrosas y la delgada línea que separa la pasión de la amistad.
Una década más tarde, Stuart ya no es el cornudo desconcertado, Oliver ha dejado de ser la joven promesa artística con ganas de dinamitar parejas y Gillian sigue pensando si habrá hecho lo correcto a la hora de hacer lo incorrecto. Así es: continúan hablando del mismo asunto pero ahora tal vez mucho más preocupados por la permanencia del etcétera que por la fugacidad del amor.
Comedia de costumbres tan tierna como feroz, Amor, etcétera es una historia que reconcilia en un mismo libro la pérfida elegancia de Jane Austen con la potencia neurótica de Woody Allen. O viceversa.
4. La única historia
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Un hombre evoca un amor de juventud con una mujer madura. Una novela deslumbrante sobre el amor, el dolor y la memoria.
«¿Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos? Creo que, en definitiva, esa es la única cuestión», reflexiona al inicio de la novela su protagonista.
En la década de los sesenta, cuando tenía diecinueve años y regresó de la universidad para pasar el verano en casa de sus padres, Paul se apuntó a un club de tenis en el que conoció a Susan Macleod, de cuarenta y ocho años, casada no muy felizmente y con dos hijas ya mayores. Entre ese joven inexperto en asuntos de amor y sexo y esa mujer madura, ingeniosa, inteligente y que bebe más de la cuenta se inicia una relación que marcará a Paul el resto de su vida.
Ahora, muchos años después, él evoca esa aventura juvenil, se confronta con una experiencia que fue crucial e indeleble y rememora los momentos felices, pero también los dolorosos que vinieron después.
Siguiendo la estela de la extraordinaria El sentido de un final, con la que ganó el Booker en 2011, Julian Barnes ha escrito otra novela sutil, profunda, demoledora y bellísima sobre los vericuetos del amor y el paso y el poso del tiempo. Si en su juventud el autor fue un maestro de la pirueta, un virtuoso en el manejo de los recursos literarios, en sus obras de madurez mantiene esa pericia con las formas y estructuras narrativas, pero suma a ella una hondura solo al alcance de los escritores verdaderamente grandes.
El resultado es una novela que indaga de modo deslumbrante en el placer y el dolor del deseo, en las heridas de las relaciones que dejamos atrás, en cómo el paso de los años nos transforma y en cómo afrontamos nuestro pasado.
5. Arthur & George
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En Great Wyrley, un pequeño pueblo de la Inglaterra profunda, alguien deja mirlos muertos en los cubos de la leche, conejos desollados y sangrantes en el jardín de la vicaría, mutila y mata caballos y ganado, y escribe anónimos obscenos, impregnados a veces de una religiosidad delirante, en los que anuncia que tras la matanza de animales vendrá el sacrificio de veinte doncellas. Y los periódicos de todo el país descubren muy pronto un tema fascinante, las atrocidades de Great Wyrley.
Hay que encontrar un culpable -ya en 1903 el ruido mediático incita a veloces investigaciones y a no menos rápidas condenas-, y George, un oscuro abogado, hijo del párroco del pueblo, es el principal sospechoso. ¿Quizá porque a pesar de la dignidad que otorga el ministerio del padre, él y su familia son los diferentes, los otros, los negros del pueblo? El padre de George es parsi, una minoría hindú muy diferenciada, convertido al anglicanismo y casado con una escocesa. George es condenado, pero la campaña que hacen sus padres y su jefe, el dueño del bufete de abogados en el que trabajaba el joven, proclamando su inocencia y la inconsistencia de las pruebas, llega a oídos de Arthur, quien emprende su propia investigación sobre el caso.
Arthur es, en verdad, Sir Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, el más célebre y elegante detective de todos los tiempos. Y es también el reverso del opaco, oscuro, solitario y solterón George Edalji, ese diferente al que le horroriza toda diferencia y sólo quiere ser absolutamente inglés, un fervoroso creyente en la Razón y en la Ley que le han condenado. Arthur Cenan Doyle ya es un escritor famoso, vital, deportista y defensor de causas perdidas, que ha estudiado medicina antes de dedicarse por entero a la literatura pero tiene una mente abierta a todo, incluso al espiritismo. Es, en definitiva, un moderno de su época, y un hombre feliz.
El caso verdadero de George Edalji, que influyó para que en Inglaterra se creara el Tribunal de Apelaciones, y la no menos cierta intervención del creador de Sherlock Holmes han inspirado esta espléndida novela, sostenida por una exhaustiva investigación y por una imaginación vívida, en la que Barnes usa todos los recursos y se desliza con deslumbrante habilidad por los más diversos géneros literarios, la novela detectivesca, la histórica y el folletín, y nos ofrece una fascinante crónica del pasaje a la modernidad de la Inglaterra posvictoriana.
6. El ruido del tiempo
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El 26 de enero de 1936 el todopoderoso Iósif Stalin asiste a una representación de Lady Macbeth de Mtsensk de Dmitri Shostakóvich en el Bolshoi de Moscú. Lo hace desde el palco reservado al gobierno y oculto tras una cortinilla. El compositor sabe que está allí y se muestra intranquilo. Dos días después aparece en Pravda un demoledor editorial que lo acusa de desviacionista y decadente. Un editorial aprobado o acaso escrito de su puño y letra por el propio Stalin.
Son los años del Gran Terror, y el músico sabe que una acusación como ésa puede significar la deportación a Siberia o directamente la muerte. Pero Shostakóvich sobrevive, compondrá música heroica y patriótica durante la Segunda Guerra Mundial y el régimen comunista lo enviará como uno de sus representantes al Congreso Cultural y Científico por la Paz Mundial en Nueva York, donde repetirá, sin salirse jamás del guión, aquello que le dictan los comisarios políticos.
La historia de Shostakóvich y Stalin es un ejemplo particularmente desolador de las relaciones entre el arte y el poder. Uno de los más grandes compositores del siglo XX adaptó su arte a la estética oficial, abjuró de amigos y maestros, se postró ante el dictador para sobrevivir en un periodo en el que sus conocidos caían como moscas. Él salvó el pellejo y, ya muerto Stalin, acabó consagrado como uno de los grandes creadores soviéticos, pero por el camino dejó una parte de su alma, de su dignidad y de su ambición artística.
En esta breve novela, tan hermosa como terrible, Julian Barnes reconstruye la vida del músico –los recuerdos de su infancia y su convulsa vida íntima, las relaciones con sus esposas, sus amantes y su hija–, pero sobre todo aborda las dolorosas decisiones que tuvo que tomar en unos momentos históricos sombríos, e indaga en el miedo y la culpa, en la dificultad de comportarse con honestidad en tiempos de barbarie, y en la difícil supervivencia del arte en esos años aciagos.
7. Niveles de vida
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«Juntas dos cosas que no se habían juntado antes. Y el mundo cambia. La gente quizá no lo advierta en el momento, pero no importa. El mundo ha cambiado, no obstante.» El libro arranca con esta reflexión y en efecto reúne tres historias aparentemente inconexas que acaban mostrando secretos y sutiles lazos.
Niveles de vida habla de la aventura de vivir, de los retos imposibles, del amor que todo lo desborda y del dolor de la pérdida. Y lo hace entretejiendo tres piezas independientes. La primera nos habla de los pioneros de la conquista del cielo con los globos aerostáticos y de las iniciales tentativas de fotografías aéreas realizadas por Nadar, aspirando a ser el ojo de Dios. La segunda historia retoma a un personaje de la anterior, el coronel británico Fred Burnaby –bohemio, aventurero y viajero, que murió en Jartum–, del que se relata su pasión por la legendaria actriz Sarah Bernhardt. La tercera parte salta en el tiempo del siglo XIX al XX y de las historias ajenas a la propia: la muerte de su esposa.
No es la primera vez que Julian Barnes experimenta con las formas literarias. En este caso la ruptura con la narrativa más tradicional está al servicio de una aventura literaria de gran calado: indagar, huyendo del sentimentalismo, en el dolor causado por la pérdida del ser amado, adentrarse con las armas de la gran literatura en el territorio de la aflicción.
El resultado es un libro deslumbrante, que rompe las barreras de los géneros y consigue una hondura y una belleza iluminadoras.
8. Una historia del mundo en diez capítulos y medio
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La historia del mundo que nos cuenta Julian Barnes comienza en el arca de Noé y termina en el Paraíso, y entretanto la cruzan navíos diversos: la balsa de la Medusa, que inspira la célebre pintura de Géricault; el Saint Louis, un barco de «condenados», que tras zarpar rumbo a La Habana con 937 judíos alemanes expulsados de cárceles y campos de concentración, recorrió medio mundo sin que ningún país aceptara su cargamento, por lo que tuvo que poner rumbo a Alemania; la frágil barca en la que se hace a la mar una australiana desesperada y quizá loca, convencida de que el mundo ha sido arrasado por la guerra atómica; y hasta la nave espacial de un astronauta que encuentra a Dios en los espacios —nunca mejor dicho que cada uno tiene el Dios que se merece— y acaba «redescubriendo» el arca de Noé en el monte Ararat, en uno de los irónicos equívocos con que Barnes obsequia a sus lectores.
9. Nada que temer
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Julian Barnes creció en una familia cuyas experiencias religiosas podría decirse que eran, como mínimo, tenues. Su hermano filósofo, Jonathan Barnes, personaje relevante en este libro, después de ir a un par de servicios religiosos recuerda haberse sentido en ellos como un «niño antropólogo entre antropófagos». Y a la pregunta de cómo perdió la fe, responde que no la perdió nunca, porque nunca la tuvo. Julian Barnes tampoco cree en Dios, pero dice que le echa de menos.
Y así comienza este libro que es, entre muchas cosas más, una irónica y divertida memoria familiar -con vívidos retratos de sus abuelos, sus padres, y su hermano filósofo, pero también de sus ancestros literarios, los escritores que le acompañan cada día-, una meditación sobre nuestra condición de mortales y el miedo a la muerte y, finalmente, una intensa, punzante celebración del arte y la literatura.
10. Hablando del asunto
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Julian Barnes, el autor de obras tan celebradas como El loro de Flaubert o Una historia del mundo en diez capítulos y medio, acaba de ganar el premio Fémina a la mejor novela extranjera publicada en Francia con Hablando del asunto.
¿Qué sucede cuando uno de los más imprevisibles e ingeniosos escritores contemporáneos vuelve a contar una de las historias más viejas del mundo, y de la literatura? Stuart y Gillian se conocen en una reunión organizada en un hotel por una agencia matrimonial que organiza cócteles para solteros de buena posición que, por diversas circunstancias, tienen una escasa vida social.
Stuart es un cuadro medio de un banco, un buen chico, sensible aunque algo soso, y Gillian una restauradora de cuadros encantadora. Se casarán, pero entra en escena Oliver, el mejor amigo de Stuart, bohemio y presunto dandy, que se las da de conocer mundo aunque no ha pasado de Marbella, quien se enamora perdidamente de Gillian. Y ya ha servido Barnes a los lectores su moderna versión del triángulo eterno.
Pero, claro está, todas las historias son antiguas, y del genio de un escritor depende la novedad de la versión. Y Julian Barnes, con su fascinante versatilidad, nos ofrece en los monólogos de los tres vértices del triángulo y de algunos actores secundarios -pero no menores- una versión irónica, despiadada y compasiva a un tiempo, resplandeciente y con tantas facetas como un diamante, de los usos y costumbres sociales, sexuales, verbales y amorosos de nuestros contemporáneos.